Ruta 4: EL ARTISTA FALLERO (II). LAS FAMILIAS
EL ARTISTA FALLERO (II). LAS FAMILIAS
Uno de los valores principales de la fiesta de las Fallas y, a su vez, uno de los puntales de su reconocimiento por la UNESCO como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad (30 de noviembre de 2016), es la transmisión intergeneracional de experiencias y vivencias que han confirmado su celebración a lo largo de los siglos.
El taller de fallas es un contenedor cultural patrimonial donde los conocimientos, las técnicas y prácticas de los procesos relativos a la construcción de fallas, principalmente, así como carrozas, tematizaciones y otras actividades, se han transmitido entre el artista y su equipo. Pero también entre familiares, perpetuando auténticas estirpes.
Así, la historia de la creación fallera se escribe con no pocos apellidos que establecen vínculos de familiaridad entre hermanos (García Albarracín, Fontelles, Monleón Briones, Ferrer Jorge) o entre padres, hijos y nietos (Roda, Barea, Luna, Puche, Ballester, Espuig, Ribes, Guitarte).
Algunas familias comprenden complejos árboles genealógicos que, yendo más allá de una fraternidad o sucesión por línea directa, extienden sus ramas mediante primos, sobrinos y otros familiares próximos o políticos (Azpeitia, Sánchez, Devís, Gimeno, Giménez Monfort - Pinto, Viguer - Algarra). Por ejemplo, los Guillot y los Santaeulalia son dos familias que abarcan cuatro generaciones, iniciadas respectivamente por Enric Guillot a principios del siglo XX y Salvador Santaeulalia en los años sesenta. Daniel Guillot o el trascendente Miguel Santaeulalia Núñez, juntamente con otros familiares de estas estirpes de artistas, han hecho de puente generacional entre los nietos y tataranietos que en pleno siglo XXI mantienen la tradición familiar en el oficio.
Fotografías